Dicen que el son es lo más sublime para el alma divertir, y los que me conocen bien saben que defiendo la veracidad de esa declaración con ímpetus. El maestro Adalberto Alvarez, caballero del son, y uno de los más prolíficos compositores cubanos cuyo legado sigue influenciando la música popular bailable cubana (y del mundo) inició en el 2020 una merecedora propuesta para proclamar el 8 de mayo como Día Internacional del Son, y a la vez reconocer y nombrar al son como patrimonio inmaterial de la humanidad.
¿Y por qué el 8 de mayo? Yo creo que el 30 de agosto, cumpleaños de Arsenio Rodríguez, también hubiera sido igual de apto para tal celebración, pero el 8 de mayo se celebra el natalicio de dos de los más fieles exponentes y pioneros del son. Por un lado está Miguelito Cuní, una de las voces emblemáticas del género (y pinareño también, por cierto), y por el otro Miguel Matamoros, fundador de uno de los grupos más importantes de Cuba y conocido por muchos como el padre del son.
Muchos ya han apoyado este llamado y yo me uno al gran gremio de artistas, bailadores, y amantes de este genero musico-danzario para que el mismo siga perdurando como lo ha hecho hasta ahora. Y es que el son ha sido la base de tanta de la música popular del mundo que hoy muchos disfrutamos, incluso la que con frecuencia es llamada salsa (pero eso es tema para otro día). Por ser una música tradicional en el gusto popular de Cuba y del mundo entero por tantos años, es una gran pena que hasta ahora no se le ha dado al son el lugar y la categoría que se merece en el escenario cultural a nivel global.
El son es la música genuina cubana, la que tanto nos distingue y nos ha dado a conocer internacionalmente. Y esta súplica es para Cuba, para su cultura, y para el mundo entero, ya que es un ritmo que ha llegado a todos los rincones del planeta, y proveído a tanta gente con gozo y alegría, y muchos otros ritmos nacionales e internacionales deben sus raíces al son. Vaya, para dejar de titubear, sin son no hay salsa, ni nada que se parezca. Mientras fuera de la isla tomó rumbos diferentes, en Cuba el son siguió evolucionando a su manera con la timba y el songo, entre otros, y aún sigue vivo. Porque llamenle como le llamen, donde se escuche un guajeo y un tumbao sincopado acompañado de la ubicua clave, se escucha el son cubano.
¿Y que significa el son para mi? Pues por mi parte, yo nunca me adiestré con ningún instrumento que no fueran los pies, y desde que me acuerdo, siempre me ha encantado bailar, ya fuese belly dancing o hip hop. No digo que rechazaba mi cubanía, pero tampoco me sentía identificada con mucha de la música moderna que lograba llegar a esta orilla. Incluso, cuando me uní al grupo de salsa estudiantil en la universidad, un primer acercamiento a la cultura, me acostumbre a oír música de muchos artistas latinoamericanos, pero nunca cubanos. Malamente conocía a Los Van Van, La Charanga Habanera, y más recientemente a Havana d’ Primera (de nuevo, tema para otro dia ya que por razones políticas y geográficas esto estuvo fuera de mi control). Pero cuando descubrí el son y fuí conociendo más grupos cubanos, hallé una conexion a mis raíces la cual nunca había sentido, y me rebautice simbólicamente sin lauro ni ceremonia, como cubana. Aún recuerdo el dia que logre afincar bien la clave, y desde entonces pienso, camino, y vivo al pulso del tres más dos.
Moises Valle del grupo Yumuri y sus Hermanos dijo que el son más que un género musical, es vida, es alegría, y es identidad. Así que aprovecho para corregir y alegar formal y públicamente, que no soy salsera; soy SONERA (¡y rumbera!), desde que estaba en el vientre de mi madre. Felicidades a todos los soneros hoy en este Día Internacional del Son, y que cuando más deseen y necesiten una buena descarga, siempre esté al alcance de sus oídos y sus almas el son cubano.
Sol Canal
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